Con los ojos cerrados
encuentro todo,
pero la verdad es que
no sé cuánto necesito
de ese todo.
Me arriesgo a tomar lo que encuentro
en esa esquina donde hay sonidos de bandoneón
y una palabra dada vuelta,
que tardaré todo un domingo en descifrar.
Tal vez deba cerrarle los ojos a la palabra para ver si en ella
está todo ese algo necesario.
El bandoneón, mientras,
me dice que vos estás,
no podré detenerlo,
con él, el tiempo es otra cosa
que la palabra o la búsqueda,
es otro riesgo, que corro
con los ojos cerrados.
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